Valle de Santiago, Gto.- En México se estima que 14 de cada 100 personas que se dedican al campo y que son responsables del manejo y de la toma de decisiones de la unidad de producción son mujeres. Muchas de estas productoras agrícolas enfrentan en general más obstáculos que sus homólogos masculinos: no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor.
Abordar la desigualdad de género en el campo es fundamental para asegurar la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos y también una de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. De acuerdo con esta organización, para el año 2030 el incremento de la población y el cambio climático obligarán a la humanidad a duplicar la productividad agrícola. Este reto solo puede ser superado fomentando el empoderamiento económico y tecnológico de las mujeres rurales.
En este sentido, proyectos como Cultivando un México Mejor —impulsado por HEINEKEN México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— constituyen un ejemplo de inclusión social y sustentabilidad —es decir, de la generación de sistemas agroalimentarios que, de forma sostenible en el tiempo y en concordancia con el contexto sociocultural, sean capaces de preservar los recursos naturales—. Cultivando un México Mejor busca reducir el consumo de agua en el sistema de producción de cebada a través del desarrollo de capacidades de las productoras y los productores.
Al poner la ciencia al servicio de las mujeres y los hombres que trabajan el campo, los cambios positivos en las parcelas y la sociedad son posibles. Un ejemplo de esto es María Eugenia Rico González, una productora de Valle de Santiago, Guanajuato, que siembra maíz y sorgo en el ciclo primavera-verano y trigo y cebada en el ciclo de otoño-invierno. Con ocho años practicando Agricultura Sustentable esta productora actualmente participa en el proyecto Cultivando un México Mejor.
“Tengo 13 años de agricultora, cuando faltó mi esposo me vi obligada a tomar las riendas de estas tierras iniciando desde cero porque entonces no tenía idea de cómo manejar un rancho. A través de capacitaciones con técnicos del CIMMYT y sus colaboradores aprendí qué es la Agricultura de Conservación. Las opiniones que he recibido por parte de otros productores han sido principalmente por ser mujer y hacer las cosas diferentes. Mis parcelas llaman la atención de la gente cuando las ven.”
Además de los comentarios sobre su género, otra de las situaciones que ha enfrentado María Eugenia como productora ha sido el desconocimiento sobre los cultivos y su manejo. En el año 2015, por ejemplo, cuando llegó la plaga de pulgón amarillo del sorgo tuvo pérdidas significativas y por esta razón aprecia que haya proyectos que ponen énfasis en el desarrollo de capacidades: “los problemas que me han acontecido los he resuelto acercándome a las capacitaciones e informándome y empleando las herramientas adecuadas para hacer una agricultura diferente, una Agricultura Sustentable”, comenta.
Ya que el número de horas de trabajo de las mujeres en el ámbito rural suele ser mayor en comparación con los varones de su mismo ámbito y con las mujeres en las ciudades, para el proyecto Cultivando un México Mejor es importante difundir prácticas sustentables que faciliten su trabajo en las parcelas: “los resultados que tuve en el primer año de participar en el proyecto fueron favorables. He recibido apoyo directo del CIMMYT que me da soporte con la asesoría técnica en la producción de cebada y también de HEINEKEN México que valora la producción sustentable”.
“Comparada con la parcela donde se hizo una labranza convencional, en la parcela donde se implementó Agricultura de Conservación tuve resultados favorables, como el ahorro de agua de riego, el ahorro en costos de producción (en buena medida por el menor número de pasos de maquinaria que también incide en menos emisiones de CO2), el incremento de los rendimientos y el ahorro de trabajo”.
Las mujeres en el campo son creadoras de resiliencia climática. Además de los beneficios económicos para su familia, sus intereses para adoptar prácticas sustentables son el impacto ambiental y la calidad de los alimentos: “mi principal motivación para innovar son mis hijos, ya que ellos en un futuro quedarán a cargo y qué mejor que haciendo las cosas bien y mejorando siempre. El consejo que yo puedo aportar es que debe haber más productoras y productores en el sistema de Agricultura de Conservación ya que los recursos naturales son limitados”, concluye María Eugenia.
La adopción de prácticas sustentables permite que las mujeres productoras tengan herramientas para responder al cambio climático y se conviertan en actores fundamentales para la difusión de conocimiento útil para enfrentarlo. Con ejemplos como el de la productora María Eugenia Rico González, HEINEKEN México y el CIMMYT conmemoran el Día Internacional de las Mujeres Rurales (15 de octubre), en espera de que sirva como ejemplo para motivar a más mujeres.