Sustentabilidad e inclusión, claves para el relevo generacional en el campo
Las prácticas sustentables orientadas a hacer más productivo el campo contribuyen a un relevo generacional más incluyente. Hacia el año 2030, la sustentabilidad en el ámbito rural será clave para soportar la dinámica poblacional global.
Por: Fernando MoralesDivulgación-CIMMYT
13 de julio de 2020
Texcoco, Edo. Méx.- El pasado 11 de julio se conmemoró el Día Mundial de la Población. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) lo instauró en 1989 para aumentar la conciencia sobre las dinámicas poblacionales y sus relaciones con el medioambiente y el desarrollo. La población rural es un tema de particular interés en el marco de esta conmemoración, pues con 2,000 millones de personas más en los próximos 30 años (viviendo mayoritariamente en zonas urbanas), la seguridad alimentaria mundial podría estar seriamente amenazada.
Actualmente, la humanidad está experimentando dos grandes transiciones demográficas: el envejecimiento de las poblaciones y la urbanización. Estos dos procesos simultáneos tienen serias implicaciones socioeconómicas; la disminución de la fuerza laboral es una de las más urgentes por resolver, ya que la reducción del factor productivo (particularmente en el campo) afecta a toda la sociedad.
En México se estima que los responsables de las Unidades Económicas Rurales tienen en promedio 54.6 años y casi 60% de ellos tiene más de 50 años. Esto significa que solo un poco más de 40% son jóvenes. Dentro de ese grupo, la mayoría son mujeres, quienes ―en múltiples sentidos― plantean una nueva ruralidad que exige reconocer (y apoyar) la contribución femenina a las economías familiares y regionales.
La migración no es la única causa de la feminización de las estructuras económicas rurales; también hay procesos locales que redefinen los papeles convencionalmente asignados a cada miembro de la familia según su edad y género. Por supuesto, en muchas localidades las distinciones de género, la edad y las normas culturales siguen definiendo el tipo de trabajo realizado por mujeres y hombres, haciendo además que las diferencias de género aumenten con la edad.
La participación de los niños en las tareas del campo también es un tema importante. Es fundamental evitar el trabajo infantil en la agricultura (el cual interfiere con su derecho a la escolarización y puede perjudicar su salud o desarrollo) y en cambio apoyar, según cada contexto local, su participación adecuada y pertinente (en especial en los cultivos familiares) para favorecer la transferencia de conocimientos entre generaciones y la seguridad alimentaria familiar.
Cada etapa de la vida (niñez, juventud, adultez y vejez) implica relaciones sociales diferenciadas con respecto al ámbito rural y el trabajo en el campo. Así, las oportunidades o limitaciones que se experimenten en cada una de las etapas tienen implicaciones en las etapas subsecuentes, determinando las condiciones y la calidad de vida. El acceso a la educación; la disponibilidad de tecnologías agrícolas adecuadas; las capacidades técnico-productivas; la tenencia de la tierra; y el acceso a créditos, apoyos y mercados son algunos de los aspectos en los que cada etapa de la vida establece estas relaciones diferenciadas.
Para el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), es fundamental considerar la perspectiva de etapa de vida para impulsar sistemas agroalimentarios sustentables y resilientes. Cada programa, proyecto o iniciativa que se impulsa con el Gobierno, la iniciativa privada o la sociedad civil considera conocimientos, prácticas y tecnologías adecuadas para favorecer a las personas según su etapa de vida y género.
Desde la perspectiva del CIMMYT, reducir las desigualdades es atender la inclusión social y aportar, desde la acción y el análisis, una mayor sostenibilidad a los procesos de innovación y su promoción. Ignorar la desigualdad acumulada en cada etapa de vida termina generando mayor desigualdad.
Promover el relevo generacional en el campo (proceso de traspasar la herencia física y cultural y la sucesión funcional a la nueva generación) puede ser una solución para atender esta problemática. Sin embargo, que los jóvenes (particularmente los que no estudian y no trabajan como consecuencia de complejos fenómenos sociales) estén dispuestos a continuar con la unidad de producción familiar supone un enorme reto. Atraer a la población joven a la agricultura significa hacer de ella un ámbito atractivo que los disuada de vincularse a la delincuencia o recurrir a la migración.
Este relevo generacional también está condicionado por un proceso de envejecimiento que evidencia la severa desigualdad e inseguridad social que viven las personas de mayor edad, quienes no pueden realizar una transición debido a que carecen de los medios o recursos para vivir una vida digna, sin ser una carga familiar o sufrir el abandono que la migración ocasiona. Esto hace que utilicen la tierra como su seguro de vejez.
Con sistemas agroalimentarios sólidos, sustentables, productivos y rentables es posible lograr un relevo generacional exitoso y apoyar a la niñez y la ancianidad que hoy por hoy contribuyen a que el campo mexicano siga activo. Por esta razón, el CIMMYT promueve la capacitación de mujeres, la inclusión de jóvenes y la participación de todos los miembros de la familia en procesos de innovación; también imparte talleres, impulsa el diálogo intergeneracional mediante conversatorios y ―sobre todo― busca que las prácticas y tecnologías que difunde (como la mecanización inteligente o el Manejo Agroecológico de Plagas) sean adecuadas para los distintos contextos sociales y humanos.