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35 años de colaboración en favor del campo

A través de la investigación colaborativa el INIFAP ha contribuido al desarrollo científico y económico de México. Mediante una articulación de esfuerzos ha hecho importantes contribuciones al campo mexicano.

Fotografía: Plataforma de investigación Tlaltizapán, Morelos, 2019
Por: Fernando MoralesDivulgación-CIMMYT
31 de agosto de 2020

Texcoco, Edo. de Méx.- Hace 35 años, o más precisamente el 23 de agosto de 1985, se creó el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), institución esencial para el campo y la vida científica y económica de México. Actualmente el INIFAP tiene el objetivo de contribuir al desarrollo rural sustentable mediante un trabajo participativo con otras instituciones y organizaciones asociadas al campo mexicano, mediante la generación de conocimientos científicos y de innovación tecnológica.

Dada esta misión, no es casual que uno de los principales centros de investigación colaborativa del INIFAP lleve el nombre de uno de los fundadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT): el Campo Experimental Norman E. Borlaug (CENEB) —en Ciudad Obregón, Sonora—, el cual es uno de múltiples ejemplos de la histórica confraternidad entre estas dos instituciones que, desde sus respectivos papeles en la vida nacional, comparten la misión de brindar a los mexicanos un futuro con paz y seguridad alimentaria.

Además de la generación de la semilla que es empleada en el 40% de la producción de trigo en el mundo, la colaboración INIFAP-CIMMYT ha permitido, solo como ejemplo:

  • La evaluación de más de 10 mil líneas experimentales de trigo que han contribuido a la formación de variedades comerciales en diversas regiones del país. Esta colaboración específica comenzó a principios de los años sesenta y continúa a la fecha. De hecho, en el año 2019 lograron identificar 24 líneas de alto potencial para el mercado nacional de trigo.
  • El estudio del manejo y la conservación in situ (es decir, en las mismas parcelas de los productores) de razas y variedades nativas de maíz en el sureste de México desde hace más de una década, lo cual ha contribuido a una mejor comprensión de los mecanismos de manejo de los recursos genéticos de cultivos locales, así como de quienes se dedican a él y de los retos que enfrentan.
  • El desarrollo de maíz con alta calidad proteínica (QPM, por sus siglas en inglés). Esta colaboración inició en 1996 (para disminuir la desnutrición y mejorar la dieta de aves y ganado) y en 2001 obtuvo una primera generación de más de 30 maíces QPM (que contienen en promedio 70% más lisina y triptófano) con los que fueron sembradas 70 mil hectáreas en 20 estados de la República.
  • La generación de soluciones ante emergencias que amenazan la seguridad alimentaria nacional, como el caso de una variedad de roya de la hoja que causó pérdidas millonarias en el sur de Sonora entre 2000 y 2003 y que fue contenida gracias a la identificación de variedades resistentes.

Como estos hay múltiples ejemplos, algunos de ellos en el marco del programa MasAgro que, con sus plataformas de investigación distribuidas por todo el territorio nacional, ha impactado en más de 300 mil productores y más de un millón de hectáreas, hecho que confirma que la vinculación entre ambas instituciones es clave para dar atención a los productores mexicanos, particularmente en tiempos como los actuales donde los efectos de la pandemia por COVID-19 recalcan la importancia de producir alimentos nutritivos, sanos y variados; reducir el impacto ambiental y ―en general― ser resilientes para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

En este sentido, y en el marco de los festejos por el 35 aniversario del INIFAP, destacan las declaraciones del titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, doctor Víctor Villalobos Arámbula ―en abril pasado en el marco de la reunión del Consejo Directivo Internacional del CIMMYT―, quien ha señalado la importancia de fomentar una nueva etapa de colaboración entre el INIFAP y el CIMMYT para desarrollar esquemas productivos que tengan un importante impacto en México y el resto del mundo. Como dijo Normal E. Borlaug, “si hay cooperación, la humanidad no pasará hambre”.

 

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