Texcoco, Edo. de Méx.- En México se estima que los responsables de las unidades económicas rurales tienen en promedio 55 años y casi 60% de ellos tiene más de 50 años. Entre las implicaciones de este fenómeno poblacional está el abandono de las tierras y una consecuente tendencia a la baja de la superficie cosechada. Esto repercute directamente en la capacidad del país para producir los alimentos que la población creciente necesita.
Lo anterior no significa que una etapa natural en la vida de los seres humanos, en este caso la vejez, sea un problema en sí mismo, sino que son las condiciones de vida de la ancianidad en el medio rural ―particularmente― las que deben motivar a la reflexión y a la acción a las instituciones de la sociedad. Después de todo, las cifras sobre el envejecimiento en México no solo señalan que es necesario incentivar la participación de los jóvenes en el campo, sino que es necesario generar mejores condiciones para que la población mayor también sea parte del cambio que el campo necesita.
Desde la experiencia del equipo técnico del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) hay al menos tres poderosas razones por las que los abuelos en el ámbito rural (a quienes se les extiende una cálida felicitación en su día) son una pieza clave en el camino hacia un campo más sustentable y rentable:
- Su amor por el campo. Ligados a sus raíces, muchos adultos mayores permanecen en sus comunidades de origen mientras ven migrar a sus hijos y nietos, esforzándose por mejorar las condiciones de vida de las futuras generaciones:
“A veces invierten mucho y no sale porque con el tractor, la yunta, mano de obra y dar para el refresco se va todo. Por eso se quejan los campesinos de aquí y se van a Estados Unidos y dejan abandonado el suelo por no saber producir, por no saber cómo cuidar la tierra. Yo tengo dos hijos que se fueron para el otro lado, por eso yo estoy haciendo todo esto (ha incrementado notablemente sus rendimientos mediante prácticas sustentables) para ahora que regresen ya puedan trabajar esto”. Eduardo Reyes Rojas (Oaxaca), productor participante en el programa MasAgro, de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el CIMMYT.
- Su entusiasmo al aprender nuevos conocimientos. Aunque hay una natural resistencia al cambio, cuando los adultos mayores se apropian de nuevos conocimientos se convierten en promotores entusiastas de ellos:
“Ya no quemamos la cañuela, ahora la dejamos sobre la tierra para que la abone y ya luego sembramos. Y nos ha dado resultado, ahí se ve. En donde no se deja la cañuela la matita está muy chiquita, no produce mucho el frijolito, pero donde tiene cañuela crece y ahí da más. Ya no es como antes que la juntábamos y a echarle lumbre porque según que estorbaba. Ahora cuando vemos a muchachos juntándola para sacarla les enseñamos esta parcela”. Bernarda Ojeda Vázquez (Oaxaca), productora participante en el proyecto de diversificación de cultivos que impulsan Walmart Foundation y el CIMMYT).
- Sus saberes. Gracias a ellos ha sido posible transmitir muchos conocimientos ancestrales a las nuevas generaciones y también gracias a ellos se ha logrado recuperar la biodiversidad de muchas comunidades:
“Esta es la herencia de mis padres y no me gustaría que se pierda. Esto es lo que tengo que cuidar. Aquí está el macal, el cacahuate, la pepita, la jamaica, el maíz. Si nadie los trabaja se pierden. Aquí muchas semillas se están perdiendo, como el Xmejen nal y el Sak tu’ux. Me gustaría que esta herencia la reciban los jóvenes para que puedan vivir mejor”. Petronila Chan (Campeche), productora participante en el proyecto de diversificación de cultivos que impulsan Walmart Foundation y el CIMMYT.