Ciencia y agricultura para construir la paz
En el marco de la conmemoración del Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo, dedicada este año a “Construir comunidades preparadas para el cambio climático”, destaca Agricultura para la Paz como una iniciativa que fomenta la resiliencia y la paz social a partir de prácticas agrícolas sustentables.
Con información del Diálogo Internacional Norman E. Borlaug 2021.
Por: Divulgación-CIMMYT
8 de noviembre de 2021
Texcoco, Edo. Méx.- La ciencia debidamente aplicada es un potente instrumento para consolidar la paz y promover el desarrollo sostenible. De hecho, cada 10 de noviembre desde hace 20 años se conmemora el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo, fecha que promueve la vinculación ciudadana con el conocimiento científico a fin de crear sociedades más sostenibles, favoreciendo a su vez la comprensión sobre la fragilidad del planeta en el que vivimos.
“No se tiene la certeza de las lluvias y en un solo ciclo se pueden presentar condiciones climáticas extremas. (Lo más difícil como agricultora) ha sido enfrentarme a este reto yo sola (…) la discriminación, la falta de trabajadores del campo y la disponibilidad de la maquinaria”, comenta Tania Almazán García, productora mexicana que recientemente comenzó a implementar prácticas sustentables con el acompañamiento técnico de colaboradores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
Con el cambio climático convirtiéndose en una seria amenaza para la vida de miles de millones de personas y del planeta ―indica la Organización de las Naciones Unidas (ONU)―, la conmemoración de 2021 del Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo está dedicada a la importancia de “Construir comunidades preparadas para el cambio climático”.
Son muchas las relaciones entre cambio climático, seguridad alimentaria, agricultura y paz social. Como ejemplo, basta considerar que el aumento de la temperatura global favorece una mayor incidencia de plagas en los cultivos, lo cual puede disminuir significativamente la producción de alimentos y esto, a su vez, puede agravar la situación alimentaria de millones de personas, aumentando el riesgo de que emerjan hambrunas y conflictos.
De acuerdo con la Declaración sobre la ciencia y el uso del saber científico de la UNESCO, “la comunidad científica tiene el deber de promover la solidaridad intelectual y moral de la humanidad, base de una cultura de paz. La cooperación entre los investigadores de todo el mundo aporta una contribución valiosa a la seguridad mundial y al establecimiento de relaciones pacíficas entre las diferentes naciones, sociedades y culturas”.
En este sentido, comenta el doctor Víctor Villalobos Arámbula, titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, que “El Gobierno de México comenzó la iniciativa Agricultura para la Paz junto con el CIMMYT y el Centro del Premio Nobel de la Paz para conmemorar el 50 aniversario del Nobel otorgado al doctor Norman Borlaug —uno de los fundadores del CIMMYT quien canalizó la ciencia del trigo para salvar a millones de la hambruna— y para impulsar una evolución verde (porque) la comunidad global debe unirse en solidaridad con las comunidades de todo el mundo para enfrentar el hambre. Mezclar el conocimiento y la experiencia de los agricultores locales con los avances científicos es la vía para hacer que nuestros sistemas alimentarios sean resilientes y climáticamente inteligentes”.
“El CIMMYT ha sido una fuerza líder en esta área. Han probado muchos proyectos en América Latina, el sur de Asia y África, y están dispuestos a ampliar este importante trabajo a más países alrededor del mundo. La agricultura puede ser el camino hacia la paz y la prosperidad mediante la inversión en pequeños agricultores y la creación de sistemas alimentarios resilientes, climáticamente inteligentes y accesibles”, señaló el Secretario de Agricultura, enfatizando que la iniciativa busca hacer frente a las principales causas de la inseguridad alimentaria, es decir, el conflicto, la pobreza y la degradación ambiental.
De acuerdo con la profesora Frances Arnold, Premio Nobel de Química 2018, “Una dieta saludable y nutritiva y la estabilidad ambiental, son ambos aspectos centrales para crear y mantener la paz, y apoyar a los pequeños agricultores con nuevas tecnologías para lograr estos objetivos es una intervención fundamental que puede ayudarnos a poner fin al conflicto. Nuestros esfuerzos en esta dirección con Provivi ―organización que encabeza y que recientemente se sumó a Agricultura para la Paz― están dirigidos al gran desafío de controlar selectivamente las plagas agrícolas mientras se preserva la biodiversidad.
Los productos de Provivi, que ya se están empleando en diversos proyectos impulsados por el CIMMYT y sus colaboradores, “se enfocan en plagas destructivas ―como el gusano cogollero― mientras protegen la biodiversidad en las parcelas, incluidos los insectos benéficos que brindan servicios ecosistémicos a los productores, como la polinización y la acción de insectos depredadores que ayudan en el control de plagas. Las feromonas no son tóxicas y no funcionan matando. Permiten reducir el uso de insecticidas químicos y reducen los residuos dañinos en los alimentos y en el agricultor”, comentó la profesora Arnold.
Así, la ciencia puesta al servicio de los productores puede contribuir a sentar las bases de una sociedad con mayor seguridad alimentaria y, paralelamente, más pacífica. En palabras de Julie Borlaug, presidenta de la Fundación Norman Borlaug, “Debemos mirar todos estos nuevos desafíos y seguir adelante. Debemos escuchar nuevamente a los agricultores y usar toda la ciencia y la tecnología de la que disponemos para acabar con el hambre y la pobreza y para crear paz. Podemos crear paz a través de la agricultura y depende de todos y cada uno de nosotros”.