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De abejas y girasoles. Parte 1

Las abejas y otros polinizadores contribuyen al equilibrio ecológico y al desarrollo sustentable de las comunidades; sin embargo, sus poblaciones se han reducido de forma alarmante.

Por: Divulgación-CIMMYT
17 de mayo de 2021

Villa de Tututepec, Oax.- No miden más de 1.5 centímetros, pero sus servicios como polinizadoras las hacen esenciales para la vida en el planeta —junto con otras especies se encargan de polinizar muchos de los cultivos de interés alimenticio—. A pesar de su importante función, sus poblaciones han ido a la baja debido a la acción humana y, por esto, las Naciones Unidas declararon el 20 de mayo como Día Mundial de las Abejas.

La conmemoración de este día está orientada a crear conciencia sobre la importancia de las abejas y otros polinizadores —como murciélagos, colibríes y mariposas—, las amenazas que enfrentan y su contribución al desarrollo sostenible: más del 75 % de los cultivos alimentarios del mundo dependen de la polinización, así que, sin abejas, la humanidad enfrentaría serios problemas para asegurar su alimentación en muy corto tiempo. Además, las abejas no solo contribuyen directamente a la seguridad alimentaria, sino que son indispensables para conservar la biodiversidad de los ecosistemas y por eso sus poblaciones son indicadores de la salud del medioambiente.

En el mundo se han identificado alrededor de 20 mil especies de abejas. De estas, en México se han descrito un poco más de 1,800 hasta el momento. Aquí, como en muchos otros países, la especie que más se identifica y que predomina en el imaginario social es Apis mellifera o abeja común europea. Se tiene registro que entre 1760 y 1770 se introdujo al país una primera raza de esta especie y, después, hacia 1911, se introdujo una segunda raza (Apis mellifera ligustica), la cual conformó la base de la apicultura moderna. 

Por supuesto, en México también existen abejas nativas. Algunas especies, de hecho, fueron domesticadas por las civilizaciones mesoamericanas, lo cual permitió que se desarrollara una prominente meliponicultura —en el continente americano no existía el género Apis, de donde viene la palabra apicultura, sino los géneros Trigona y, sobre todo, Melipona, que en su mayoría son abejas sin aguijón— que aún hoy se practica en la Península de Yucatán con la abeja melipona o abeja maya (Melipona beecheii), cuya miel tiene atributos alimenticios y medicinales particulares.

Cabe mencionar que las recientes noticias sobre la disminución de poblaciones de abejas a nivel global no corresponden a todas las especies de abejas, sino a una en particular: Apis mellifera. En la actualidad se investigan diversas posibilidades para explicar la pérdida masiva de abejas en diversas regiones. Se ha confirmado que la pérdida de los ecosistemas y el uso de pesticidas —promovidos por formas de consumo insostenibles—son factores determinantes para la disminución de poblaciones de abejas, pero también se estudian otros factores, como el “síndrome del colapso de las colonias” o la incidencia no controlada de ácaros. 

Aunque aún no hay resultados concluyentes y tampoco se podría clasificar la situación como un posible riesgo de extinción, algo sí está claro: La notable reducción de las colonias de Apis mellifera es principalmente un problema de índole agrícola que afecta la polinización de plantas cultivadas y la producción de miel. ¿Qué se puede hacer para ayudar a las abejas y, de paso, evitar que esta situación siga contribuyendo a aumentar la inseguridad alimentaria mundial?

Decenas de agricultores en Oaxaca, Chiapas y Campeche han puesto manos a la obra para incrementar las poblaciones de abejas —del género Apis y nativas— y otros insectos polinizadores. Sembrando girasoles y otros cultivos que presentan floración, estos productores agrícolas están contribuyendo a la preservación de las abejas, a la seguridad alimentaria de sus comunidades y a la conservación de la biodiversidad en un contexto donde el cambio climático reduce el tiempo disponible para actuar. 

“Esta inquietud nació a partir de la búsqueda de alternativas para el cambio climático. Es decir, los productores de esta región poco a poco se estaban cansando de que sus cultivos ya no fueran redituables. Además, con las lluvias que ahora son muy erráticas, fue necesario buscar alternativas y pasar del monocultivo al policultivo, practicando la rotación y el intercalado”, comenta Ricardo González Sánchez, quien colabora en el Santuario de los Girasoles del Centro de Validación y Transferencia de Tecnología Rural, en la localidad Los Llanos del Espinal, en Villa de Tututepec, Oaxaca.

La prevalencia de los monocultivos —amplias extensiones de tierra sembradas con una sola especie— y las sequías prolongadas, comenta Ricardo, han sido factores determinantes en la disminución de las poblaciones de abejas. Por esta razón, junto con Walmart Foundation y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), se está promoviendo la diversificación de cultivos como una alternativa para mejorar los suelos, mitigar los efectos del cambio climático, hacer más rentables las parcelas y restaurar la biodiversidad.

“Las ventajas que presenta este cambio son varias: al introducir una mayor variedad de cultivos la incidencia de plagas y enfermedades disminuye. Además, cultivos como el girasol son resistentes a la sequía y favorecen que se afloje el suelo y que las condiciones de este sean buenas para otros cultivos que van a venir enseguida. También hay beneficios económicos, pero además de estos y de los agronómicos, hay beneficios ecosistémicos relacionados con la apicultura”, menciona Ricardo González.

Si se considera que una sola abeja productora de miel suele visitar unas siete mil flores al día, entonces se requiere sembrar millones de girasoles para estabilizar las poblaciones de abejas. Y eso es precisamente lo que están haciendo Ricardo Gonzáles y decenas de agricultores que participan en el proyecto Fortalecimiento del Acceso a Mercado para Pequeños Productores de Maíz y Leguminosas en Oaxaca, Chiapas y Campeche, de Walmart Foundation y el CIMMYT. 

Esta diversidad, este panorama tan bonito, tan hermoso —señalando los campos de girasoles—, está ayudando a muchos agricultores y en especial a nosotras las mujeres. ¿En qué nos ayuda esta flor? En que les brinda alimento a las abejitas, ellas pueden producir más miel durante todo el año y así nosotras podemos elaborar productos a base de miel”, comenta Juana Gómez Ramírez, quien también colabora en el Santuario de los Girasoles y para quien estas flores y las abejas son una de las asociaciones biológicas con capacidad de contribuir al desarrollo de las comunidades y a la restauración de los ecosistemas. 

Ya sea fomentando la plantación de flores en macetas y camellones en el medio urbano o impulsando proyectos como este que contribuyen de forma significativa a conservar y aumentar las poblaciones de polinizadores en el medio rural, es importante sumarse al cuidado de este pequeño gran insecto sin el cual la vida en el planeta no podría prosperar.

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