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De sequías a huracanes: ¿la nueva normalidad climática?

Una sequía atípica que afecta al 84% del país, numerosos incendios y un pronóstico de una temporada de huracanes por arriba del promedio histórico, son muestra de la necesidad urgente de transitar a nuevos modelos de producción y consumo en favor del clima global.

Por: Divulgación-CIMMYT
3 de mayo de 2021

Texcoco, Edo. Méx.- En medio de un escenario donde la sequía afecta al 84% del territorio nacional y donde hay 74 incendios forestales activos, el pronóstico de una temporada de huracanes más activa del promedio (y con probabilidades de tormentas tropicales anticipadas) motiva la pregunta: ¿qué está pasando con el clima en México?

La respuesta es que 2021 es un buen ejemplo de la “nueva normalidad climática”, donde los efectos del cambio climático —fenómeno donde las actividades humanas son determinantes en la emisión de gases de efecto invernadero que favorecen el calentamiento global— continúan agravándose e interactúan con fenómenos naturales como la Oscilación del Sur de El Niño (ENSO, por sus siglas en inglés, o simplemente El Niño).

El Niño es un fenómeno natural de ciclo irregular (sucede cada tres o siete años) producido por la interacción entre el océano (en este caso el Pacífico de la zona ecuatorial) y la atmósfera del planeta. Este fenómeno transita de un periodo cálido (El Niño, llamado así porque inicialmente se le asoció a un fenómeno de menores dimensiones que ocurre en diciembre en Perú, donde fue relacionado con el nacimiento del Niño Jesús de la tradición católica) a uno frío (llamado La Niña, para referir el efecto opuesto), teniendo fases intermedias en este tránsito de calentamiento a enfriamiento. 

En México, La Niña se hizo presente el año pasado y actualmente aún se experimentan algunos de sus efectos. No obstante, se estima que durante mayo este fenómeno pasará a una fase neutra, pero, si El Niño favorece el calentamiento de la atmósfera y La Niña su enfriamiento, ¿por qué entonces se están presentando sequías e incendios? 

El fenómeno se manifiesta de formas diferentes en el planeta debido a las condiciones climáticas propias de cada región y según la época del año en que aparezca. Para el caso de México, cuando el invierno está bajo La Niña se pueden presentar condiciones más secas y menos frías de lo normal, por lo que se incrementa la presencia y expansión de los incendios forestales, efecto que incluso se mantiene una vez entrada la primavera.

Entre marzo y mayo, La Niña favorece que haya menos lluvias en los estados del norte, mientras que en los del centro (incluyendo el Valle de México), sur, oriente y sureste puede favorecer la presencia de lluvias anticipadas e incluso granizadas. Actualmente este fenómeno está transitando a una fase neutra, por lo que se prevé que la temporada de lluvias se establecerá en junio, como usualmente ocurre cada año. 

Lo anterior, sin embargo, no significa que todo vuelva a la “normalidad”, sino que, tras este periodo de sequía atípica y aguda, el riesgo climático continuará con una temporada de huracanes muy activa, con una probabilidad superior a la media de que los grandes huracanes toquen tierra a lo largo de las costas de Estados Unidos, México y el Caribe.

Probablemente el número de huracanes de 2021 será menor a la cifra de 2020, pero con un pronóstico de 17 tormentas con nombre (cuando el promedio histórico es de 12) y 8 huracanes (cuando el promedio histórico es de 6), tan solo en el océano Atlántico, este año será nuevamente un reto para las capacidades socio organizativas en muchos países y, sobre todo, será un recordatorio de que es prioritario transitar hacia modelos de producción y consumo sustentables. 

¿Por qué es fundamental, por ejemplo, promover y adoptar prácticas de Agricultura Sustentable para mitigar los efectos de esta interacción compleja de fenómenos que ha propiciado tantos incendios? La respuesta es simple: con una gestión adecuada de los residuos de cosecha (rastrojos), que convencionalmente se queman, se evitaría una cantidad significativa de incendios. Además, cubrir el suelo con estos residuos favorece la conservación de la humedad y, por lo tanto, se incrementan las posibilidades de que los cultivos prosperen en contextos de sequía. 

La cobertura del suelo con rastrojo no es la única práctica de Agricultura Sustentable capaz de contribuir al equilibrio climático, pero sí es un buen inicio para que los agricultores se encaminen en la vía de la sustentabilidad pues, además, lejos de disminuir sus rendimientos, estas prácticas les permiten incrementarlos y tener ahorros considerables. 

¿Cómo pueden los agricultores y las organizaciones del sector agroalimentario aprender y adoptar este tipo de prácticas? Instituciones como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y sus colaboradores investigan y validan las prácticas agronómicas más adecuadas y sustentables para cada zona en el país, además, algunos de estos esfuerzos conjuntos incluyen iniciativas para hacer llegar información oportuna y entendible sobre el clima a los agricultores. 

#ChiapasNoQuema y las Mesas Técnicas Agroclimáticas de Chiapas son un ejemplo de esta articulación de esfuerzos en favor del medioambiente y de la mitigación y adaptación al cambio climático. Si alguien desea más información sobre estas iniciativas, puede leer: 

Fuentes:

  • CONAFOR (28 de abril de 2021). Sistema Nacional de Información y Gestión Forestal.
  • CONAGUA (28 de abril de 2021). Servicio Meteorológico Nacional.
  • Klotzbach, P.J., Bell, M., Jones, J. (2021). CSU Extended Range Forecast of Atlantic Seasonal Hurricane Activity in 2021 was released on April 8. Department of Atmospheric Science, Colorado State University.
  • Organización Meteorológica Mundial. (2020). Estado Global del Clima 2020.

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