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Ellas alimentan a México

Las mujeres representan alrededor del 34% de la fuerza laboral en el campo y producen la mitad de los alimentos que se consumen. Es fundamental visibilizar su trabajo y desarrollar sus capacidades para mejorar sus condiciones. 

Por: Divulgación-CIMMYT
15 de marzo de 2021

Morelos.- La migración ha puesto al campo mexicano en un proceso de feminización, pero la falta de titularidad de las tierras (de cada 10, menos de 3 titulares son mujeres) y los patrones socioculturales siguen situando a la mujer en un estado de subordinación y limitando su acceso a capacitación y apoyos. Si tuvieran el mismo acceso a los recursos productivos que sus pares varones, se estima que los rendimientos de las cosechas aumentarían entre un 20 y 30%, con una reducción del hambre de entre un 12 y 17%.

Para cerrar la brecha de género en la agricultura, consolidar la paz y avanzar en la seguridad alimentaria de las comunidades que más lo requieren, la red de innovación del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) —a través de la metodología de MasAgro, que actualmente contribuye a la estrategia nacional Cultivos para México del Gobierno Federal— impulsa el desarrollo de capacidades, particularmente de mujeres y jóvenes. 

El grupo de productoras a quienes brindo acompañamiento técnico está conformado por 50 mujeres, dividido en dos subgrupos: uno en la comunidad de Achichipico, municipio de Yecapixtla, y otro en Santa Catarina, municipio de Tepoztlán. Su edad oscila entre los 26 y los 84 años, más una joven entusiasta de 15 años que es hija de una de las productoras y participa en el proceso productivo familiar”, comenta Sofía Muñoz, una joven técnica que colabora con el CIMMYT en Morelos. 

En 2019 Sofía desarrolló un taller donde aplicó herramientas participativas para conocer la historia de la comunidad y los cambios a través de los años desde la óptica de las mujeres con quienes trabaja: “ellas mencionan que desde su juventud han participado en las labores del proceso productivo del maíz criollo en actividades como la siembra, quitar la hierba de forma manual, deshojar, piscar, desgranar, seleccionar la hoja de las mazorcas para la venta, el secado del maíz, entre otras”, refiere la agrónoma. 

“Sobre el sistema de producción comentan que antes se abonaba con estiércol de animales de engorda y, en otros casos, no había necesidad de abonar porque se sembraba el sistema milpa. Cuentan como hace algunas décadas no solo se cultivaba maíz, sino también frijol, camote, sandía, jícama, cacahuate, calabaza. Sus tierras eran más fértiles y el clima no era como en la actualidad, es decir, había mayor certeza en las fechas lluvias para la siembra y la temperatura era menor a la actual. Esas condiciones climáticas permitían incluso que se desarrollaran cultivos como el trigo y la cebada, pero con el paso del tiempo se fue reduciendo la diversidad de cultivos”. 

Los cambios sociales —como la migración— han hecho que muchas mujeres en Achichipico y Santa Catarina sean ahora las responsables de la toma de decisiones en sus parcelas. Sofía Muñoz busca inspirarlas y expandir el conocimiento a más productoras para que juntas promuevan el valor de los maíces nativos que cultivan: “Yo como técnica que brinda acompañamiento funjo como un medio para dar a conocer prácticas sustentables que ayuden a aumentar sus rendimientos y reducir sus costos de producción. También hemos logrado sumar a instancias de los gobiernos locales. En Tepoztlán, por ejemplo, les han ayudado con las feromonas que usamos para el Manejo Agroecológico de Plagas”. 

“Hemos instalado trampas con feromonas en una extensión de 28 hectáreas —considerando que son pequeñas productoras con superficies menores a dos hectáreas en su mayoría—. Doña Ana, por ejemplo, menciona que gracias este esfuerzo ha podido ahorrar entre $700 y $1,000 por hectárea y además le entusiasma saber que está contribuyendo a cuidar el ambiente. Por eso necesitamos dar a conocer el trabajo de las manos de estas mujeres que desde temprana edad han sembrado semillas y además las transforman en alimento de calidad y sin plaguicidas”, finaliza Sofía, quien está contribuyendo, desde el campo, a mejorar las condiciones de vida de estas mujeres y sus comunidades.

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