Texcoco, Edo. de Méx.- El 21 de septiembre de cada año se celebra el Día Internacional de la Paz en todo el mundo. Este año la pandemia por COVID-19 ha dejado una lección muy clara con respecto a la pacificación global: las sociedades no son enemigas unas de las otras; por el contrario, tienen metas comunes y la agricultura es un camino por el cual juntas pueden forjar la paz.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los conflictos sociales están estrechamente vinculados con la seguridad alimentaria y el campo. Por una parte dañan la agricultura (perturban la producción agrícola, provocan el saqueo de cosechas, etcétera) y causan inseguridad alimentaria y malnutrición; por otra parte, la falta de sistemas agroalimentarios sólidos y la inseguridad alimentaria puede conducir a disturbios sociales y reforzar otros tipos de violencia social, como la marginación y la segregación.
¿Cómo es posible construir paz desde la agricultura? Hace 50 años el doctor Norman E. Borlaug recibió el Premio Nobel de la Paz por haber salvado a millones de personas cuyas vidas estaban amenazadas por la hambruna (y también por los conflictos sociales derivados de la inseguridad alimentaria). Los trabajos de mejoramiento de trigo (realizados hombro a hombro con productores mexicanos) que le permitieron lograr tal hazaña permitieron que la humanidad tuviera clara la relación entre la paz y el campo.
El legado de paz del doctor Borlaug se mantiene vigente a través del quehacer científico y social del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) —institución que el doctor Borlaug ayudó a fundar—. De acuerdo con el doctor Bram Govaerts, Director Global de Desarrollo Estratégico del CIMMYT, “fenómenos como la migración surgen desde sistemas agroalimentarios disfuncionales. Cuando las personas no tienen que comer, cuando su base de bienestar se ha erosionado, entonces buscan otras alternativas. Por eso es importante generar sistemas agroalimentarios para la conservación del medio ambiente y para la paz”.
Cuando hay sistemas agroalimentarios robustos, resilientes y sustentables, el tejido social puede reconstruirse allí donde se ha perdido. Por eso es importante aprender de las experiencias pasadas, escuchar la crisis actual para entender las necesidades y desarrollar una respuesta que fomente la resiliencia y seguridad alimentaria ya que los esfuerzos por la erradicación del hambre también son esfuerzos para consolidar la paz. En palabras del doctor Borlaug: “no habrá paz con los estómagos vacíos”.
