Navolato, Sin.- En México, de cada 100 personas responsables del manejo y de la toma de decisiones en las unidades de producción agraria, solo 17 son mujeres (Encuesta Nacional Agropecuaria, 2019). Sin embargo, se estima que ellas representan hasta el 43% de la fuerza laboral agrícola (FAO, 2019).
De acuerdo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, si las mujeres agricultoras tuvieran el mismo acceso a los recursos que los hombres —como el acceso a capacitación en materia de tecnologías y buenas prácticas agrícolas—, la cantidad de personas que padecerían de hambre en el mundo se reduciría hasta en 150 millones (ONU, 2019).
“Aunque la titularidad de los predios sigue estando en figuras masculinas mayoritariamente, la participación femenina en las capacitaciones que se han brindado en el campo ha ido incrementándose y es notable”, señala Carolina Cortez, coordinadora técnica del Hub Pacífico Norte del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), al referirse a las capacitaciones que esta organización internacional brinda en el marco de proyectos como Apoyo al Abastecimiento Responsable que impulsa Kellogg.
“A través de los cursos he aprendido muchas cosas: a nutrir el suelo con materia orgánica, bajar el consumo de fertilizantes nitrogenados, así como a manejar plagas en los tiempos correctos tratando de no utilizar venenos para producir los alimentos”, comenta María Inés Beltrán González, productora de Navolato, Sinaloa, quien participa en el proyecto de Kellogg y el CIMMYT.
Entre las mujeres del norte del país que se involucran en proyectos de sustentabilidad hay un número creciente de ingenieras agrónomas. Esto es significativo porque “el incremento de la oferta académica relacionada con la agricultura ha contribuido a avanzar en la normalización social de la participación de las mujeres en el campo. Aunque ese proceso sigue siendo lento y paulatino”, menciona la coordinadora técnica del Hub Pacífico Norte del CIMMYT.
Aunque hay un número considerable de mujeres que se ha involucrado en la agricultura de forma circunstancial, también ha crecido el número de productoras que ven al campo como un espacio de desarrollo. Como cualquier persona dedicada a la agricultura, las productoras se interesan en las prácticas sustentables debido a los beneficios económicos que representan, pero también destaca su particular interés por el impacto ambiental y el efecto de diversos insumos sobre la calidad de los alimentos, de manera que las opciones agroecológicas han sido muy bien recibidas por las productoras.
“Como parte del proyecto con Kellogg ahí en la parcela donde yo siembro recientemente hubo una capacitación sobre cómo combatir plagas de manera orgánica. A mí me gustó. Nos dimos cuenta cómo se puede combatir ese tipo de plagas sin usar químicos, sino con otras alternativas que no dañen tanto el planeta”, comenta Ariana Arzola Galindo, productora de Mocorito, Sinaloa, quien también participa en el proyecto.
La Agricultura de Conservación es un sistema de producción sustentable que tiene a la mínima labranza entre sus componentes básicos. Al reducirse el número de pasos de maquinaria no solo se mejora la estructura del suelo y se reducen los costos de producción, también se optimiza el tiempo y otras labores. Por esta razón, refiere la coordinadora técnica del Hub Pacífico Norte del CIMMYT, ha sido un sistema con buena aceptación entre las productoras, quienes manifiestan tener más tiempo disponible para dedicarlo a otras actividades o a sus familias.
“Para mí ha sido difícil por las edades de mis hijos, pero es cuestión de ponerle empeño y fijarse una meta. Sí se puede. Lo que me gusta de este tipo de agricultura —la Agricultura de Conservación— es que con una planeación adecuada puedes tener tiempo para otras actividades”, menciona Ariana.
Así, para las productoras que participan en el proyecto, el desarrollo de sus capacidades y la implementación de prácticas sustentables representan una oportunidad para cerrar las brechas de género. En este sentido, la productora Ariana Arzola invita a otras mujeres a considerar el campo como un espacio para su desarrollo profesional o económico. Como ella menciona, “se puede empezar desde el patio de tu casa, con un jardín urbano incluso, y así puedes emprender un negocio. En el campo hay muchas oportunidades para las mujeres”.