Lo que dejó la tormenta de polvo
Prácticas agrícolas inadecuadas y una extensa sequía fueron algunos de los factores que provocaron una de las mayores catástrofes ecológicas de la historia. Así surgieron esfuerzos para prevenir la erosión de los suelos y, en el Día Internacional de la Conservación del Suelo (7 de julio), los recordamos.
Por: Fernando MoralesDivulgación-CIMMYT
5 de julio de 2021
Texcoco, Edo. Méx.- Los arados de acero y los grandes tractores eran la materialización de la modernidad, pero ni aún con toda la tecnología esa modernidad logró detener la catástrofe —por el contrario, la había exacerbado—. Las tormentas de polvo fueron constantes por casi una década. Durante ese tiempo, los cielos azules fueron solo un vago recuerdo o un lujo esporádico. Alrededor de 400 mil kilómetros cuadrados de pastizales se convirtieron en un páramo desolado —si es que la desolación no es redundancia cuando se habla de un terreno estéril—, en un desierto construido por el hombre a fuerza de sobreexplotar el suelo.
Las tormentas de polvo duraban días. Algunas llegaron a durar semanas y sepultaban todo a su paso: casas, vehículos, graneros… todo objeto cedía su presencia a las dunas de polvo donde los niños —sin saber bien lo que pasaba— jugaban cuando era posible, ajenos al desasosiego de sus padres que, literalmente, observaban cómo la valiosa capa arable de sus tierras se desvanecía con el viento.
En medio de una crisis económica y con los efectos de una guerra mundial recién acontecida y una nueva en puerta —la primera había exigido incrementar la producción de alimentos a toda costa—, las nubes negras de las tormentas alcanzaban más de un kilómetro y medio de altura, oscureciéndolo todo y disminuyendo la temperatura, como si anunciaran el fin del mundo o, al menos, lo arrastrarán a un infierno frío, oscuro y yermo.
Aunque parecería extraído de un relato de ciencia ficción, este escenario realmente ocurrió. Se trata de uno de los peores desastres ecológicos de la era moderna y probablemente uno de los más grandes de los Estados Unidos, donde es conocido como el Dust Bowl, fenómeno que aconteció como consecuencia de años de prácticas agrícolas inadecuadas, sobreexplotación de los suelos y una sequía extensa.
Durante la década de 1930, este fenómeno encendió las alarmas de la sociedad norteamericana y, debido a la gravedad de la situación, se estableció una agencia dedicada a prevenir la erosión de suelos. A través de ella, el científico Hugh Hammond Bennet, su primer director, investigó y promovió métodos de conservación de suelos —siendo unas de las primeras prácticas conservacionistas y abriendo el camino para la conformación de lo que hoy se conoce como Agricultura de Conservación—. En su memoria, cada 7 de julio se conmemora el Día Internacional de la Conservación del Suelo.
Actualmente, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) es uno de los principales organismos que a nivel internacional promueve la Agricultura de Conservación, no solo como una vía para prevenir la erosión del suelo, sino también como una base para diseñar sistemas agrícolas sustentables, rentables y resilientes que sean adecuados y pertinentes a las necesidades de los productores.
La Agricultura de Conservación es un sistema de manejo de sistemas agrícolas basado en tres principios: mínima remoción del suelo, cobertura permanente de la superficie del suelo con restos vegetales y/o plantas vivas, y diversificación de cultivos a través de rotaciones, asociaciones, relevos, etcétera. Por supuesto, desde las primeras prácticas conservacionistas a la actual Agricultura de Conservación ha habido muchos avances y, hoy día, este sistema no solo se implementa para prevenir la erosión del suelo, sino por sus diversos beneficios.
Entre los beneficios de la Agricultura de Conservación destaca que incrementa la infiltración de agua, reduce la evaporación —de acuerdo con Schertz (1994), hay una relación inversamente proporcional entre el porcentaje de cobertura y el de evaporación relativa, es decir, que mientras mayor es la cobertura, menor es la evaporación— y reduce el escurrimiento y la erosión —un estudio en Los Tuxtlas, Veracruz (Francisco Nicolás, N. et al., 2006), por ejemplo, mostró que mientras con labranza tradicional con quema de rastrojo la erosión hídrica fue de 146.24 toneladas por hectárea (t/ha) en el transcurso de un año, con Agricultura de Conservación esta solo fue de 0.85 t/ha—.
Además, la Agricultura de Conservación reduce el uso de mano de obra y combustible, incrementa la condición física del suelo, reduce la emisión de gases de efecto invernadero —por la reducción en el uso de combustible y el aumento paulatino en la materia orgánica del suelo—, reduce el tiempo entre cultivos —por no tener que labrar el suelo— y promueve una mayor actividad biológica en el suelo —un estudio de Derpsch (1991), por ejemplo, reporta que en suelos tipo oxisol la población de lombrices por metro cúbico aumentó de menos de cinco a más de 25 después de cuatro años de Agricultura de Conservación—.
Con los años, la Agricultura de Conservación acumula efectos que, paulatinamente, permiten incrementar la materia orgánica del suelo, la retención de agua, la disponibilidad de nutrientes y también el nivel del control biológico de malezas, plagas y enfermedades —ya que el rastrojo provee un hábitat para insectos y hongos benéficos, lo que no pasa en condiciones de labranza convencional sin cobertura de rastrojo. Además, la rotación de cultivos asegura más biodiversidad en las parcelas—.
La ciencia aplicada al campo ha demostrado en numerosas ocasiones su gran utilidad social. Ahora, es tarea de la sociedad y sus instituciones aprender del pasado para evitar nuevos desastres como el Dust Bowl o las hambrunas que constantemente amenazan a la humanidad.
Fuentes:
Duncan, D., & Burns, K. (2012). The dust bowl: An illustrated history. Chronicle Books.
FAO (2021). Agricultura de conservación. Disponible en: http://www.fao.org/conservation-agriculture/es/
Helms, D. (2009). Hugh Hammond Bennett and the creation of the soil erosion service. Journal of Soil and Water Conservation, 64(2), 68A-74A.
Wall, P. C. (noviembre de 2020). Diálogos para una Agricultura Sostenible. Conferencia dictada en el Simposio Diálogos para una Agricultura Sustentable, organizado por el Hub Pacífico Sur del CIMMYT, Oaxaca, México. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=qUgXKoAwtqs&t=24s