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Un día como hoy

En el marco de la conmemoración del nacimiento del doctor Norman Borlaug, recordamos la importancia de la agricultura para la consolidación de la paz social. 

Texcoco, Edo. Méx.- Un día como hoy, 25 de marzo, pero de 1914, nació Norman Ernest Borlaug, científico reconocido por haber ganado el Premio Nobel de la Paz en 1970 por sus trabajos de mejoramiento de trigo que permitieron incrementar la producción mundial de este cereal y evitar que más de mil millones de personas murieran a causa del hambre. 

El Premio Nobel del doctor Borlaug es, sin embargo, solo la parte más visible de todo lo que representa y de todo su trabajo en beneficio de la sociedad. Conmemorar su nacimiento exige recordar quién fue, pero, sobre todo, recordar cuál era su pensamiento sobre los temas más urgentes para la humanidad. 

Nacido en Iowa, Estados Unidos, llegó a trabajar a México en 1944 como fitomejorador y fitopatólogo del programa cooperativo entre la Secretaría de Agricultura de nuestro país y la Fundación Rockefeller —se había graduado de la Universidad de Minnesota con un doctorado en fitopatología y genética—. 

Junto con agricultores e investigadores mexicanos desarrolló variedades de trigo resistentes a la roya, propiciando que México alcanzara la autosuficiencia en trigo en 1956. Posteriormente, desarrolló variedades de trigo de alto rendimiento, notable adaptación y resistentes a enfermedades. Este logro permitió que la producción mundial de trigo creciera de una manera sin precedentes en la historia de la agricultura. 

Países como India y Pakistán, donde la explosión demográfica representaba un riesgo latente de severas y masivas hambrunas, se beneficiaron de las variedades de trigo y la tecnología desarrollada en México por el doctor Borlaug y su equipo. En total, se estima que gracias a sus investigaciones se pudieron salvar mil millones de vidas de la hambruna. Así, en 1970 le otorgaron el Premio Nobel de la Paz. 

“Este año se ha otorgado el Premio Nobel de la Paz a un científico, el doctor Norman Ernest Borlaug, porque, más que cualquier otra persona de esta época, ha ayudado a proporcionar pan para un mundo hambriento. Hemos tomado esta decisión con la esperanza de que esto también le dé paz al mundo”, anunciaba el Comité Noruégo del Nobel. 

El legado del doctor Borlaug, sin embargo, no se reduce a este fragmento de la historia —el más conocido—. Va más allá: «He trabajado con trigo, pero el trigo es simplemente un catalizador, una parte del panorama. Me interesa el desarrollo total de todos los países. Solo atacando todo el problema podemos elevar el nivel de vida de todas las personas para que puedan vivir una vida digna«, comentaba el propio Norman Borlaug.

A la luz de la Historia, la verdadera contribución del doctor Borlaug no fue el desarrollo de nuevas variedades de trigo, sino la creación de una nueva situación alimentaria en el mundo basada en la democratización del conocimiento científico y la introducción de la agricultura como factor dinámico —y dinamizador— del futuro de la humanidad. 

“Cuando el Comité del Premio Nobel de la Paz me designó el destinatario del premio de 1970, creo que estaban seleccionando a una persona para simbolizar el papel vital de la agricultura en un mundo donde persiste el hambre. Soy solo un miembro de un vasto equipo formado por muchas organizaciones, miles de científicos y millones de agricultores, en su mayoría pequeños y humildes, que durante muchos años han estado librando una guerra silenciosa contra el hambre”, comentaba el doctor Borlaug. 

Para tener posibilidades de ganar esa guerra, el doctor Borlaug se dio cuenta de que era necesario consolidar las comunidades científicas y formar nuevos científicos que además fueran participantes activos en el trabajo de campo, es decir, que no se mantuvieran ajenos a los agricultores permaneciendo en sus oficinas.

“Uno de los mayores obstáculos para el mejoramiento de la agricultura es la escasez de personas capacitadas. Se requieren de 18 a 25 años para desarrollar suficientes científicos y educadores competentes para satisfacer las necesidades de un país, así que se tuvo que inventar un atajo mediante un cambio organizativo. Así nacieron los primeros institutos de investigación y capacitación internacionales, entre ellos el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)”. 

En México, el legado del doctor Norman Borlaug sigue vivo, no solo a través de las variedades mejoradas que se siguen desarrollando en instituciones como el CIMMYT, sino también en las alianzas para consolidar la paz desde la agricultura —fundamental ante una pandemia que ha incrementado el riesgo de hambruna y conflicto en el mundo—, como el movimiento #AgriculturaParaLaPaz, impulsado por el CIMMYT y el Gobierno de México en conmemoración de los 50 años del Premio Nobel de la Paz del doctor Borlaug. 

“Hoy, como lo hizo el doctor Norman Borlaug, necesitamos escuchar la crisis, construir una respuesta transformadora y, de forma conjunta, crear, diseñar e implementar estrategias integradas para construir sistemas agroalimentarios saludables, resilientes y sostenibles. Esta coyuntura mundial que vivimos es una oportunidad para construir soluciones duraderas generadoras de paz, resiliencia y prosperidad”, comenta el doctor Bram Govaerts —director global de Desarrollo Estratégico del CIMMYT— con respecto a esta iniciativa. 

Así, un día como hoy, recordamos que la agricultura y la ciencia aplicada al campo permiten sostener y humanizar la vida, que el legado de un hombre que soñó con alimentar al mundo ha permitido tener un éxito temporal en la guerra del hombre contra el hambre, pero, como él mismo decía, “el hombre puede y debe prevenir la tragedia de la hambruna en el futuro (porque) sin alimento, todos los demás componentes de la justicia social carecen de sentido y, por lo tanto, si deseamos la paz, también se deben cultivar la justicia y los campos”. 

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