Mujeres, agricultura y pandemia
Los efectos diferenciados por género a causa de la pandemia en el desarrollo sostenible apoyan la observación general de que la pandemia ha agravado la situación de los sectores más vulnerables.
Por: Karina Polonio Rovira
y
Divulgación-CIMMYT
14 de marzo de 2022
Veracruz y Tabasco.- Para una gran parte de la humanidad —y a través de la historia—, la hora de los alimentos está íntimamente ligada a la presencia y acción de las mujeres. Ellas alimentan al mundo en más de un sentido. No solo preparan los alimentos, los cultivan: de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cuatro de cada 10 personas que trabajan en el campo en todo el mundo, e incluso siete de cada 10 en algunos países, son mujeres.
El papel de la mujer, sin embargo, frecuentemente ha estado mermado por las brechas de género. Se pensaba que el hombre, por su complexión física, era quien debía ejercer y asumir los papeles más demandantes o pesados, pero la mujer ha tenido y tiene un papel fundamental en la agricultura y su trabajo debe ser reconocido.
Por diversas circunstancias, socialmente se sabe poco de los trabajos de las mujeres dentro de la Agricultura. Además, persisten condiciones que las ponen en clara desventaja, tales como el poco acceso a créditos y a cadenas productivas de alto valor, así como la falta de titularidad de las tierras —lo que ha contribuido a un subregistro en las estadísticas disponibles: de acuerdo con cifras al tercer trimestre del 2021 de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), por ejemplo, el promedio de mujeres ocupadas en agricultura es del 10%, ya que su trabajo en el campo con frecuencia no es remunerado—.
La pandemia por COVID-19 y sus efectos durante y después de ella son un buen ejemplo para reflexionar en torno al papel y a la situación de las mujeres, tanto en el campo o en relación con aspectos vinculados con la alimentación, tales como la seguridad alimentaria o la carga de trabajo asociada a la preparación de la comida y a la alimentación de las familias —se estima que la brecha entre mujeres y hombres con respecto al tiempo que dedican a la manipulación y preparación de alimentos y comidas es de 12 puntos porcentuales—.
De acuerdo con la Comisión Interamericana de Mujeres de la Organización de los Estados Americanos (OEA), la pandemia representa un retroceso en materia de derechos de las mujeres, pero también una oportunidad de reacomodo donde los pactos de género permitan trastocar a la sociedad y hacer que la nueva normalidad sea la igualdad.
A raíz de la pandemia, en México 70.1% de hombres y 76.2% de mujeres vieron disminuidos sus ingresos (ingresos de un trabajo remunerado); 43.1% de hombres y 40.5% de mujeres experimentaron dificultad para acceder a productos alimenticios o víveres; y 44.1% de hombres y 48.3% de mujeres vieron un aumento en el tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado —como enseñar a los niños o ayudar con las tareas escolares; ayudar a personas adultas mayores, enfermos o con discapacidad—.
Los efectos diferenciados por género a causa de la pandemia en el desarrollo sostenible apoyan la observación general de que la pandemia ha evidenciado los numerosos sistemas quebrantados en el mundo, donde las personas más vulnerables —por edad, pobreza, raza o género— se vuelven exponencialmente más vulnerables.
Así, en este periodo de pandemia las mujeres en general han enfrentado la agudización de la sobrecarga de trabajo —en especial el trabajo no remunerado que está vinculado con la pobreza de tiempo de las mujeres—, la precariedad económica, el incremento de la pobreza y el incremento de la violencia de género.
En el ámbito rural, las mujeres se han enfrentado a una serie de obstáculos adicionales asociados a las interrupciones de las cadenas de valor agroalimentarias. Las productoras que vendían sus excedentes en mercados locales para captar ingresos que les permitieran complementar la dieta fueron particularmente afectadas.
Uno de los grandes retos entonces es consolidar e intensificar acciones para el empoderamiento económico de las mujeres, impulsar su autonomía económica y dar visibilidad a sus aportes a la economía familiar (y en general): en la agricultura de traspatio, por ejemplo, tienen un papel protagónico en el cultivo de verduras, legumbres y frutas, así como en la producción animal de pequeñas especies. Y esto no es una tarea menor, porque muchas veces constituye el principal soporte económico de las familias rurales.
Ante este contexto, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y sus colaboradores, desarrollan proyectos que impulsan el empoderamiento económico de las mujeres mediante, por ejemplo, la incorporación de cultivos alternativos:
“El cultivo del girasol es un gran apoyo a la economía para la mujer. Varias lo están vendiendo como flor de corte y a otras nos ha permitido desarrollar un oficio, porque con esto podemos tener un mercado para la comercialización de jabones, champús, cremas, tinturas de propoleo, polen, jarabes para la tos y otros productos”.
Te invitamos a conocer a Juana Gómez Ramírez, una de las protagonistas de esta historia dando clic aquí.
Fuentes:
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ONU Mujeres (2020). Efectos diferenciados por género de COVID-19 en el desarrollo sostenible. Análisis comparativo de las encuestas de evaluación rápida de género en Chile, Colombia y México. ONU Mujeres- Oficina Regional para América Latina y el Caribe.
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Mora, A. y Anderson H. (2020). Las mujeres rurales, la agricultura y el desarrollo sostenible en las Américas en tiempos de COVID-19. Organización de los Estados Americanos- Comisión Interamericana de Mujeres.